Me preguntas si te amo. Qué pregunta tan espinosa. ¿Amor? Término casi desconocido para mí. Creo que se más de arquitectura.
Al menos sé que ésta es real, que sirve de algo, que las personas la aprenden sin sufrir y hasta viven de ella.
Mi corazón y yo nada sabemos del amor. Una vez nos presentaron, me cayó súper bien. Amor, amor, amor, ¡Qué dulce era! La sensación más maravillosa que había conocido. Empecé a tratarlo, me invitó a tomar su mano, me sedujo, nos abrazamos, me aferré a él. Lo sentí durante años, lo defendí ante todo. Con él estuve en la cima y por él baje al infierno. Pero era feliz. Vivir con intensidad ha sido mi ideología.
Hasta que un día, supe que todo era falso. Me presentaron un sentimiento irreal. Conocí y abracé a un fantasma, a una nube de ilusión que hoy se desvanece ante mis ojos. Cayó el telón. Cada uno de los instantes, que antes habían sido de magia, colgó uno a uno su careta y su disfraz de utilería.
Las definiciones empezaron a agolparse en mi cabeza, cambiándose por imágenes nuevas. Verdad por mentira, pasión por intriga, ternura por amargura, ingenuidad por experiencia, amor por indiferencia.
Alguien me arrastró y fui llevada ante una pantalla. Las escenas de la obra, que era mi vida, pasaron ante mí. Descubrí detalle tras detalle, cuáles habían sido los trucos. El público estallaba en carcajadas al verme representar mi papel.
Desperté. No sé si viva o muerta, pero estoy despierta. Y ahora llegas tú, con esa pregunta en los labios. Mencionas la palabra... amor... un susurro de su esencia llega hasta mí. Me parece familiar, huelo un ligero perfume. Hago un esfuerzo y me estremezco. Es todo. No recuerdo nada más. No sé de qué me hablas. Mi mundo ahora es otro.
Por mis venas no corre sangre. Mi alma ya no ve. La última vez que supe algo de mi corazón, fue la realidad quien me contó haberlo visto en un basurero. Y al contármelo, se reía. Pero cuando me fijé en su rostro, advertí que algunas lágrimas corrían.