De mi psicología y otros demonios…
Un cerebro que se reactiva.
Pensamientos que brotan como rocío inesperado.
Aquí estoy, orgullosamente ambiciosa y receptiva.
Trato de callar mi revolución interna, pero es imposible…ya me conocen, alma indomable, irremediablemente subversiva y ortodoxa.
El conflicto ahora es qué hacer con este espacio tan corto, para tan grandes alas.
Con el dilema de querer tanto y tener tan poco.
De no conformarme con poder ser lo que soy, sino llegar a ser todo lo que puedo.
Aceptar que en este mundo tan ajeno a mí, me alisté entre los “fenómenos” por perseguir la superioridad de mi propio espíritu.
Porque lucho a diario con los restos de inmadurez que la juventud me ha legado.
Porque aspiro a descansar en la meta para ver llegar a mis miedos en último lugar, y reírme de ellos.
Por buscar desligarme de la ignorancia y la ordinariez.
Por desear evolucionar hacia una nueva especie (lo menos “humana” posible).
Por atreverme a rechazar criterios que traía adheridos como una segunda piel, y que la Razón se ha encargado de desplazar por otros.
¿Qué hacer con esta sed inmensa de Sabiduría y Conocimiento? ¿Con esta sensación de insuficiencia intelectual?
Forjo mis propios horizontes, alejándolos lo más que pueda. Tanto, que a veces creo perderlos de vista. Pero eso no es suficiente.
Mas sé que la búsqueda de la Verdad tiene un final. Y aunque me halle lejos, no desistiré.
A pesar de que el escenario en el que inconformemente vivo, amerita cierta adaptación o participación en lo simple, en lo “normal”, esto no simboliza una aceptación de mi parte a tal atmósfera.
Y esa actitud mía, como todo en la vida, está envuelta en la ley de Causa y Efecto.
La causa, es asunto de otro post.
La consecuencia, es la soledad.
¿Debería verla como un castigo?
¡Bendito y dulce castigo!
En realidad, es mi mayor recompensa.
Soledad y libertad. Soledad y sensatez. Soledad y rebeldía. Soledad y alma.
No pido más.
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