Ante un deseo prohibido...


Aún poseyendo el pase sin culpa de que es mejor ceder a la tentación para liberarse de ella, me hallo ante la pared del pudor que me impide avanzar.

Con dos personajes dueños de mi ser, enloquezco por su eterna lucha: la niña inocente que insiste en no morir del todo y la mujer en llamas que amenaza con enterrarla para siempre.

Frente a este cruel dilema que roba mis energías, no poseo un arma efectiva que me rescate del abismo. No tengo nada. Sólo mi innecesaria conciencia, amenazando con atormentarme para siempre si permito que la balanza se incline hacia el “sí”.

¿Qué he de hacer? Esperar.
¿Será fácil la espera? No lo creo. La seducción atrapa, el deseo provoca, la química envuelve.

Es extraño el comportamiento humano. A pesar de que el amor es inadmisible,
¿Por qué se materializa en sueños lo que se evapora en la realidad?
¿Por qué el presentimiento de algo inexorable flota en el aire como una sombra?
¿Por qué puedo leer la intimidad de unos ojos ajenos, y ellos la mía?

Este juego de miradas terminará por erupcionar.
Miradas que, aún a distancia, veo brillar en el silencio,
puedo sentirlas oprimiendo mi cuerpo.

Lástima que se queman quienes juegan con fuego.
Será mejor no encender la llama, porque una vez que arda...
no habrá marcha atrás.
Ya sé lo que necesito... ¡Firmeza!
¿Alguien sabe dónde la consigo?