Alma ausente, piel indiferente


No hay razón para sentir que la soledad es la guitarra que endulza los momentos de dolor, ni que la primavera tornará azul lo que el invierno aletargó con su llanto. ¿Cómo haré que lo entiendas?
Me resisto a imaginar tu esencia añorando el compás del tiempo, deseando que su hechizo te atrape para siempre, implorando que sus horas te den una respuesta vacía.
Dejas ahogar tu espíritu, hipnotizando mi espacio cansado, mientras el deseo resbala por mis caderas para ir a perderse bajo el edredón. Allí permanecerá, hasta que tus pupilas me descubran de nuevo, ardiente como una Venus olvidada, pero resignada ante la llama extinguida.
Soy mujer, no lo olvides... hecha de deseo, como pocas. Sin manos que recorran mi geografía, podría consumirme en mi propio fuego.
Viviré atrapada en la reminiscencia de aquel volcán invencible, en cuya lava naufragué dichosa. Y tú, cancelarás la infantil espera, convencido de que tu vida vale menos que la ausencia del tiempo.
En ese instante sabrás que el amor no se resiste y que al morir el corazón, sólo nos quedaban los cuerpos. No hacía falta esperar que nuestras almas recuperaran la sintonía que les robó la rutina. Bastaba con liberar el instinto salvaje, aquel que en mi sangre nunca se adormeció.
Será amarga la espuma que despierte tu sentir, por que descubrirás que mi arena se habrá alejado de tu playa. Aunque gimas de angustia por la sal de mis besos, esta columna de pasión irá a derrumbarse sobre otro lecho.
Su nube de polvo revivirá tus ansias, pero al desvanecerse, ya me habré ido.