Abordaje




No firmé contrato de fidelidad con la vida, lo sé.
Entonces, ¿Qué he podido robarle?
¿Cuánto pesa mi equipaje?
He llegado a una edad mental
en la que las cosas que me parecían maravillosas,

ya no lo son tanto.

Descubrí la sonrisa hipócrita, el suspiro sincero,
el abrazo oportuno, el beso apresurado.

Las mil y una formas de sorprender una mentira en labios amados.

Guardé en el obsoleto cajón,
llamado alma por costumbre,
las mejores sonrisas que se inventó la felicidad.
Las más saladas lágrimas, purificadoras de agonías.

Los siniestros destellos de mi amada soledad.

Me he hecho psicóloga honoraria,
paranoica por accidente,

tolerante por necesidad.

He aprendido cosas, olvidado otras…
E inventado muchas más.
He procurado ser cada día un poco más imperfecta
(Se me ha dado muy bien)
Y desear menos.
Y soñar más.
Y creer.
Y olvidar.
Y amar.

Y VIVIR.

De la tonta y mágica forma en que sé hacerlo.
Equivocándome por deporte.
Cómoda en el circo que me rodea.

Jamás conforme con la mediocridad.

Atenta al movimiento de una hoja seca.

Insensible al estruendoso resto de la realidad.

Me iré abrumada por tanta belleza vista,
imperceptible para quien no sabe mirar.
Con un corazón estropeado y agradecido.

Con la voz deshecha por el cantar.

Gran viaje. Lo admito:
Desearía seguir aquí… Y sin embargo saboreo el final.
Por eso, aún indefensa, estaré lista para abordar.


7 formas de sobrevivir al calor... En RD





¿Alguien dijo calor? ¡Bienvenidos a República Dominicana! La tierra del eterno verano, donde las demás estaciones del año sólo son nombres bonitos para inspirar a los diseñadores.



Luego del pasado e inolvidable domingo, cuya temperatura nos sacó de control a todos, noté que milagrosamente mi cerebro no se había fundido.



Así que, antes de que eso suceda, puesto que la ola de calor amenaza con quedarse, se me ocurrió presentarles estas humildes sugerencias para que puedan ganar la batalla contra el termómetro.


1. Evite ver y escuchar programas de opinión, especialmente el Gobierno de la Mañana, el de la tarde, y todos los gobiernos que puedan aparecer. Además, las producciones de José Gutiérrez (casualmente también se llaman En la mañana y En la tarde, qué manía).

2. Bajo ningún concepto cocine ni coma platos como sancocho, sopa, asopao, chambre de habichuelas, etc. Esto podría salvarle la vida.

3. De igual modo evite darse una soberana “jartura”, pues estas disminuyen la capacidad de respirar, lo que suele provocar una severa sofocación.

4. No discuta con su pareja, si la tiene. De no tenerla, espere hasta diciembre para conseguirla. Esto le traerá un triple beneficio, ya que estará acompañado en el friito, y recibirá un regalo extra en navidad.

5. En tanto le sea posible, posponga los trámites de obtención de actas de nacimiento, pasaportes o cualquier otra diligencia que amerite pisar una oficina gubernamental. Ya saben que se coge mucha cuerda y no hay aire acondicionado.

6. Si decide tomarse una “fría” para refrescarse, tenga fuerza de voluntad y procure que sea sólo una. De lo contrario, usted entrará en el correspondiente “prende” que ocasiona el alcohol.

7. Respire profundo y piense en un lugar bonito cada vez que tenga que visitar una estación de gasolina o un supermercado. También cuando lo detenga un agente de AMET con una multa fantasma, cuando tenga que coger un carrito -especialmente de la M, F, o una voladora- y hasta cuando vea en la televisión la cara de nuestro Presidente (ya saben que la ira aumenta la temperatura corporal).


Por supuesto, no olvide seguir los tradicionales consejos de los expertos:Usar poca ropa, de telas suaves y colores claros.Tomar duchas de agua fría, evitar asolearse e ingerir mucha agua.


Si logra sobrevivir a este verano, usted será un héroe y probablemente nos veremos en diciembre.


¡Buena suerte!

¡Viva la diversidad!


No es que pretendo pasarme la vida hablando sobre mí,

pero resulta que de todas las cosas que componen mi pequeño mundo,

soy yo precisamente la más incomprendida por el resto,

y la más simple para mi propio entendimiento (eso es lógico, supongo).


Entonces, me la paso enfrentando cuestionamientos sobre

por qué no puedo mantener la boca cerrada mientras me pinto las uñas,

por qué adopté como mascota a un pollito de plástico,

por qué duermo con un radio encendido

o por qué todavía no tengo un BB… ¡Ese sí que es un dilema global!


La incapacidad de las personas para entender ciertas cosas, no es un crimen.

De hecho, he ido aprendiendo a vivir con eso y forma parte de mi constante

entrenamiento personal para combatir mi intolerancia.

Lo que sigue sorprendiéndome es la incapacidad de los demás para DEJAR VIVIR.

Sin hacer comentarios, sin querer (y creer) saberlo todo, sin controlarlo todo.


He notado que algunos nacemos con condiciones naturales para

coexistir en paz y seguir el absurdo curso de la vida, mientras que a otros se les dificulta,

pero la verdad, esto no indica que algunos talentos no puedan ser adquiridos.


Después de todo, la mayoría de la gente se auto educa para

“ser un buen plomero”, “ser una buena madre”, “ser un buen empleado”,

y otros detallitos como saber comportarse en la mesa, utilizar la computadora, etc.

Incluso se aprende hasta a ser gay.


Mi pregunta es: ¿No es igual o más importante aprender a vivir?

¿A obviar los estándares? ¿A ser diferentes?,

y sobre todo, a ser feliz con ello,

sin preocuparnos por opiniones externas.


Me tranquiliza tener la seguridad de que no hay nada malo en mí,

precisamente porque poseo cuantiosas imperfecciones, manías… o como se llamen.

Es parte de mi naturaleza, de mi esencia

y no temo exteriorizarme tal cual soy.

Todos somos diferentes, pero todos somos aceptables.


Quiero terminar aquí, pues no deseo que al pensar demasiado en este tema

me convierta precisamente en la intolerante que suelo ser,

y en una acosadora de aquellos que hostigan su vida cuestionado las ajenas.


Solo diré que de algo estoy muy convencida:

No es necesario seguir patrones. Es más, ni siquiera es saludable.

Creo que no hay cosa más perfecta que la imperfección.

No hay licencia más útil que la de ser diferente.

No hay lujo más delicioso que el de ser uno mismo.

Y el de buscar la felicidad en la simplicidad que otros desperdician.

Estrenos...


Nuevos besos…
¿Será posible?
Una nueva caja de emociones en forma de labios,
de aliento cálido,
de humedad provocadora.

Un motivo distinto para respirar agitadamente,
para impedir la huida de un rostro
y permitirse perder el control.

Un pretexto que justifique el inusual ritmo cardíaco.
Que apresure la sangre,
que la encienda, la dilate, la duplique.

Un rincón en el cual descubrir dulces secretos,
ahogados en gemidos que anticipen rendición.

Un inédito sabor escondido
en el fondo de una boca egoísta
que exija más de lo que ofrece,
que prolongue el suspiro final.

Que borre de mis labios las huellas más recientes,
sin pedir licencias, sin guardar impulsos.
Sin honrar pudores.

Esa combinación de caricias mudas
hechas para desarmar al más intrépido recuerdo,
ha de ser el remedio último que adormezca para siempre al pasado.

Un acertijo que el deseo resolverá
sin más ayuda que sus mismas trampas:
La pasión
La ternura.
La entrega.
Y el olvido.

Sátira del papel en blanco


Ironías…
Hace unos instantes este lápiz sólo vagaba
sobre un papel agobiado por la espera.
Trazaba círculos difusos, líneas sin sentido.
Fiel reflejo de mi alma.
Y ahora habla. Libre, como había olvidado que era.

Tres meses de silencio…
¿Qué pueden significar?
¿Qué puede sucederle al corazón de una mujer en noventa días?
Un adiós definitivo, un amor prohibido, un beso furtivo.
Horas amargas, minutos de dicha.
Sonrisas de alquiler, auténticas lágrimas.

Ilusiones que trato de remendar, cosiendo parchos de esperanza.

Mil preguntas. Un millón de dudas.
Un perfume de hombre en mi almohada.
Muchas ganas de gritar, sin exponer un porqué,
y otras tantas de permanecer ausente.
Invisible.
Absolutamente inmaterial.


Pero sigo aquí, tan palpable como lo fuera el amor que respiraba.
Aquel del que ya no quiero hablar, aunque no pare de hacerlo.
Continúo en la absurda búsqueda de algo que no necesito,
que ni siquiera estoy segura de querer.


¡Más ironías!


¿Qué tan largo puede ser el proceso
de reconstruir un corazón desde sus cimientos?
Le temo a esa respuesta.
Le temo a todo.
Al vacío que crece, a la alegría que se esfuma,
A la felicidad futura con la que debo soñar.
A estas letras veladas, que no se acercan a lo que fueron.

Me temo a mí.
Y a mi inmensa capacidad de reducirme.
Fin de las ironías.
Inicio de la realidad.