En el rincón de mis anhelos…


Deseo algo que no poseo.

Como todo mortal que respira. Sueña. Crece. Sufre.

Lo tuve. Lo perdí.

Su ausencia dejó amarga mi boca, pero hizo sentir libre a mi corazón.

Inicuamente grité al mundo su partida.

Exhibí con pedantería mi bandera en blanco.

Llené mis páginas de cantos de victoria.

Recogí alegrías ficticias que metí a la fuerza en el hueco de mi ser.

Luego, me senté tranquila y embriagada sobre la roca rota de mis emociones,

a contar historias que deseaba vivir

y a llorar por dentro la vergüenza de la derrota.

Transcurrió un espacio que el reloj no alcanzó a medir.

No eran horas, no eran minutos, no eran segundos.

Eran trozos de mi vida en llamas,

marchando eternamente en el tren del nunca más.

Ahora estoy detenida frente la esfera del temor.

Su luz (¿o sombra?) baila a mi alrededor.

En su interior percibo un aroma excitante,

un color conocido, atrayente y deseado…

Deseado... ¡Es él!

El que una vez tuve

El que luego perdí

El que ahora deseo.

Y aunque me espanta que su casa sea el miedo,

aunque me resisto a creer que existe,

aunque desconozco el cuerpo en que vendrá a abrazarme;

la avidez de poseerlo recorre mis neuronas

y en mis labios persiste su indestructible nombre:

Amor
.