... Y me deja vacía


Hoy hablo de recuerdos.
Dulces, insípidos, ácidos, cursis…
típicos de mi aburrido repertorio de reminiscencias.

Hablo de sentimientos que hielan el corazón al evocarlos,
que me hacen añorar el pasado
y repudiarlo cuando intenta volver.

Con rumbo incierto, con un sembradío de dudas,
intento dar pequeños pasos hacia… ignoro hacia donde,
pero por alguna razón deseo que al final de ese inexistente camino,
unos brazos bohemios me estén esperando
y me embriaguen del calor que calla a la tristeza
y la manda lejos por unos meses.

Ansío esa sonrisa que mentirá al decirme que todo irá bien.
Esos labios que me besarán
mientras piensan en el próximo partido de béisbol.
Esas manos que buscarán las mías en un absurdo gesto automático.

En fin, esa perturbadora maraña de códigos
que nos hacen pensar que estamos en el lugar y compañía adecuados.
Y que durará por siempre.

A pesar de conocer el guión y su significado,
en algún rincón de mi cerebro palpita el anhelo de estar ahí.
De dejarme envolver en promesas inútiles
que escucharé con ojos brillosos de emoción.
Los mismos que llorarán a mares cuando no las vean cumplidas.

Sí. Creo que espero colocarme de nuevo
en el ridículo papel de Julieta
y desencadenar el incontenible poder de mis emociones.
De mi amor.
Ese abrazador torbellino de fuego
en el que ardo y hago arder.

Que me exprime,
Que me llena y me vacía.
Que me eleva y me hunde,
Que me mata y me hace vivir...