Voces como la mía


Admito que el 90% del tiempo estoy envuelta en un blanco pesimismo. Concuerdo con Aldous Huxley en aquello de que “tal vez este mundo es sólo el infierno de otro planeta”. Y quiero huir.
Se me cansa la mirada de buscar razones valederas para persistir en la lucha o simplemente, en la vida. Con frecuencia dudo un poco sobre si hice lo correcto al escoger el periodismo como profesión. Los horrores e injusticias que debo ver a diario, me llenan el alma de humo, me hacen aborrecer a mi especie y desear que llegue pronto aquel dulce Apocalipsis del que hablé hace unos días.
Sin embargo, de vez en cuando me invade una oleada de algo que intenta ser esperanza, optimismo, qué se yo. Sólo se que su suavidad me atrae, me hechiza y me hace desear más. Me aferro a esa luz incierta, implorando que sea real, que no esté infectada de efimerismo, que no me pida nada a cambio para adormecer la realidad.
La buena noticia es que descubrí que ese fantástico destello, no lo trae el viento. Proviene de cerebros enojados, como el mío, que en el fondo saben cómo se producen los grandes cambios. Procede de puños indignados, que se levantan con fuerza contra la inmundicia que nos rodea.
Viene de conciencias JARTAS de tanta porquería, pero que no se conforman con sentarse a quejarse. Por minúsculo que parezca el famoso “granito de arena”, provoca un efecto, sino lo creen, introdúzcanlo en su ojo.
De eso se trata, de soplar arena en los ojos de la corrupción, de la envidia, de la ignorancia, del hambre, del crimen, del narcotráfico... del mundo! Esto no puede ser eterno, me resisto a aceptarlo.
Si nacimos cuando Adán y Eva decidieron “quitarse el velo de los ojos” o si la vida se originó en el mar, donde éramos una simple alga o bacteria y llegamos en tantos siglos a ser “orgullosos Hommo Sapiens”, es aceptable pensar que algún día la evolución se reanudará. En el fondo seguimos siendo torpes primates en la lucha por la supervivencia, incluso con armas más deshonestas que los garrotes primitivos.
La diferencia está en que ahora poseemos el mismo poder para crear que para destruir. Sólo es cuestión de hacia dónde de se inclina la balanza.
Falta mucho, es cierto, tanto que parece imposible llegar hasta allí. Pero, sin enamorarme mucho de la idea (para evitar frustraciones futuras), voy a tratar de pensar como los que creen.
Me entristece recordar que alguna vez fui una de ellos y que aspiré con ilusión los aires del porvenir. Ahora siento que mi voz se apaga, que está siendo callada por el vil enemigo. Pudiendo decir tantas cosas en este blog, me refugio en la literatura porque está fuera del atolladero. Pero mi alma es rebelde, por eso aún conservo un hilo que se oye entre la multitud, entre los buenos y los malos.
Quiero creer en esas voces que escucho a diario, que intentan imponerse al ruido de la iniquidad. Quiero confiar en esos brazos agitándose con determinación. Quiero saber que en un futuro, no tan lejano, terminará este ciclo maldito e iniciará otro, un poco menos funesto.
¿Estaré siendo muy ingenua?