Ironías…
Hace unos instantes este lápiz sólo vagaba
sobre un papel agobiado por la espera.
Trazaba círculos difusos, líneas sin sentido.
Fiel reflejo de mi alma.
Y ahora habla. Libre, como había olvidado que era.
Tres meses de silencio…
¿Qué pueden significar?
¿Qué puede sucederle al corazón de una mujer en noventa días?
Un adiós definitivo, un amor prohibido, un beso furtivo.
Horas amargas, minutos de dicha.
Sonrisas de alquiler, auténticas lágrimas.
Hace unos instantes este lápiz sólo vagaba
sobre un papel agobiado por la espera.
Trazaba círculos difusos, líneas sin sentido.
Fiel reflejo de mi alma.
Y ahora habla. Libre, como había olvidado que era.
Tres meses de silencio…
¿Qué pueden significar?
¿Qué puede sucederle al corazón de una mujer en noventa días?
Un adiós definitivo, un amor prohibido, un beso furtivo.
Horas amargas, minutos de dicha.
Sonrisas de alquiler, auténticas lágrimas.
Ilusiones que trato de remendar, cosiendo parchos de esperanza.
Mil preguntas. Un millón de dudas.
Un perfume de hombre en mi almohada.
Muchas ganas de gritar, sin exponer un porqué,
y otras tantas de permanecer ausente.
Invisible.
Absolutamente inmaterial.
Un perfume de hombre en mi almohada.
Muchas ganas de gritar, sin exponer un porqué,
y otras tantas de permanecer ausente.
Invisible.
Absolutamente inmaterial.
Pero sigo aquí, tan palpable como lo fuera el amor que respiraba.
Aquel del que ya no quiero hablar, aunque no pare de hacerlo.
Continúo en la absurda búsqueda de algo que no necesito,
que ni siquiera estoy segura de querer.
¡Más ironías!
¿Qué tan largo puede ser el proceso
de reconstruir un corazón desde sus cimientos?
Le temo a esa respuesta.
Le temo a todo.
Al vacío que crece, a la alegría que se esfuma,
A la felicidad futura con la que debo soñar.
A estas letras veladas, que no se acercan a lo que fueron.
Me temo a mí.
Y a mi inmensa capacidad de reducirme.
Fin de las ironías.
Inicio de la realidad.
Y a mi inmensa capacidad de reducirme.
Fin de las ironías.
Inicio de la realidad.