¡Viva la diversidad!


No es que pretendo pasarme la vida hablando sobre mí,

pero resulta que de todas las cosas que componen mi pequeño mundo,

soy yo precisamente la más incomprendida por el resto,

y la más simple para mi propio entendimiento (eso es lógico, supongo).


Entonces, me la paso enfrentando cuestionamientos sobre

por qué no puedo mantener la boca cerrada mientras me pinto las uñas,

por qué adopté como mascota a un pollito de plástico,

por qué duermo con un radio encendido

o por qué todavía no tengo un BB… ¡Ese sí que es un dilema global!


La incapacidad de las personas para entender ciertas cosas, no es un crimen.

De hecho, he ido aprendiendo a vivir con eso y forma parte de mi constante

entrenamiento personal para combatir mi intolerancia.

Lo que sigue sorprendiéndome es la incapacidad de los demás para DEJAR VIVIR.

Sin hacer comentarios, sin querer (y creer) saberlo todo, sin controlarlo todo.


He notado que algunos nacemos con condiciones naturales para

coexistir en paz y seguir el absurdo curso de la vida, mientras que a otros se les dificulta,

pero la verdad, esto no indica que algunos talentos no puedan ser adquiridos.


Después de todo, la mayoría de la gente se auto educa para

“ser un buen plomero”, “ser una buena madre”, “ser un buen empleado”,

y otros detallitos como saber comportarse en la mesa, utilizar la computadora, etc.

Incluso se aprende hasta a ser gay.


Mi pregunta es: ¿No es igual o más importante aprender a vivir?

¿A obviar los estándares? ¿A ser diferentes?,

y sobre todo, a ser feliz con ello,

sin preocuparnos por opiniones externas.


Me tranquiliza tener la seguridad de que no hay nada malo en mí,

precisamente porque poseo cuantiosas imperfecciones, manías… o como se llamen.

Es parte de mi naturaleza, de mi esencia

y no temo exteriorizarme tal cual soy.

Todos somos diferentes, pero todos somos aceptables.


Quiero terminar aquí, pues no deseo que al pensar demasiado en este tema

me convierta precisamente en la intolerante que suelo ser,

y en una acosadora de aquellos que hostigan su vida cuestionado las ajenas.


Solo diré que de algo estoy muy convencida:

No es necesario seguir patrones. Es más, ni siquiera es saludable.

Creo que no hay cosa más perfecta que la imperfección.

No hay licencia más útil que la de ser diferente.

No hay lujo más delicioso que el de ser uno mismo.

Y el de buscar la felicidad en la simplicidad que otros desperdician.