Hasta cuándo?


Hay un mar desgarrado.
En su inmensidad azul hoy habita una sombra.
Se la obsequió el hombre en su afán de conquista,
y el contraste amenaza con extinguir vidas.
Agua salada y oro negro. Combinación fatal de naturaleza y muerte.

Hay también un bosque olvidado.
Sus verdes reyes son despojados de sus cetros.
Sus huéspedes huyen del castigo y del ruido.
Su color se apaga tras la aridez y el humo.

Hay un río sangrante.
Con cauces ultrajados por manos ambiciosas.
Falto de proveedores que hagan parir las montañas
y le otorguen bendiciones líquidas y blancas.

Hay un planeta que gime.
En sus entrañas, el dolor de saberse destruido.
Su palpitar escapa de la vida.
Corre en el viento, en el agua, en la tierra.
Heridas que no cesan, lamentos que no callan.
Cataclismo eminente al que asistimos orgullosos,
vestidos con la gala de la apatía y la estupidez.

Tenemos una casa que no nos merece.
Vivimos en un nido que no merecemos.
Que nos regala Vida y le quitamos la Vida.
Que nos ama en exceso y que traicionamos sin piedad.

¡Miserable recompensa para quien tanto nos da!

Hoy visto mi alma de luto natural.
Mi corazón llora el dolor que siente el mar.
Pero al final de esta canción, sé que el daño no es eterno.
Pueden creerme, pronto habrá de terminar…

¿La causa será nuestra sensatez y conciencia?
¿Será el resultado de la acción y la fuerza?

Quisiera poder prometerles que sí.
Que la destrucción terminará por que diremos “lo decidí”
Pero algo me dice que el fin estará aquí
Sólo porque ya no quedará nada que destruir.




(A propósito del desastroso derramamiento de petróleo en el Golfo de México, E. U., el pasado 20 de abril)