Pétalos al viento...


Por que tu vientre me hizo una cuna,
suave como el amor con que cubrirías mi vida.

Porque tu pecho abrió sus manantiales,
desbordados de miel y mil fantasías.

Porque sentiste cada dolor ,
y los combatiste con firmeza.

Porque me amaste primero, antes que en mis ojos
se reflejara tu grandeza.

Porque fuiste todo, y eres todo.
Por tu entrega y tus reproches,

Por tu magia y tus locuras,
por tu sonrisa y tu ternura.

Por tus lágrimas vertidas,
por tus sueños rezagados,

Por las heridas de tu alma,
por la sumisión que te he negado.

Por mi silencio y mi apatía.
Por no luchar por tu alegría.

Por todo esto y más, quiero darte esta canción.
Regalo bizantino para quien tanto me dio.

Pensamientos insuficientes para compensar tanto amor,
sinfonía desdibujada entre el papel y el carbón.

Si la claridad de mis sentidos no ha sido suficiente
para darte lo que tú has sabido merecerte,

Hoy sólo quiero decirte “perdón”.
Que mi espíritu rebelde siempre te amó.

Que los años se llevaron mi regalo mejor:
Mi inocencia y mi paciencia; mi fe, mi candor.

Y sin tener tú la culpa del hueco que me hacían,
te negué todo aquello que tanto me pedías:

Un poco de amor, de dulzura, de paz...
De sonrisas que colmaran tu inmensa bondad.

Ahora el tiempo, en el que tanto confié,
se convierte en mi enemigo más cruel.

Su oscuridad amenaza con negarme tu presencia;
a tu cuerpo desgastado se le escapa la fuerza.

Se esfuma tu esperanza, tu voluntad, tu mirada...
Mientras yo giro en círculos que conducen a la nada.

¿Qué haré cuando tu luz se extinga de mi vida?
¿Dónde volcaré mis lágrimas de ira?

Sobre la roca fría de un sepulcro inerte,
con la ilusión de algún día volver a verte.

Hasta esa hora me conocerán como he sido,
porque mi verdadera esencia se marchará contigo.

Admitiré mi estupidez y mi pereza ciega
para defender lo más hermoso que la vida me diera.

Abriré las compuertas de mi corazón sin quejas,
dejando entrar en él la soledad en la que me dejas…

Pero aún no es el momento, necesito creerlo.
Dame un espacio para decir que lo siento.

Que puedo ser digna de haber nacido de tus entrañas,
que merezco al menos la más pequeña de tus hazañas.

Que serás siempre mi madre. Mi amiga. Mi alma.
Que cuando nos separemos, podré caminar en calma.

Gracias por tu sacrificio, tu sensatez, tu humildad.
Por tu perdón constante y por tu sinceridad.

Por aceptar entre tu prole a este conflicto andante,
que no ha valorado tu luz, que no supo cómo amarte.

Pero que te ama.
Por sobre todo, te ama.

Te amará hasta que quede un aliento en su ser.
Y hasta donde un espíritu sea capaz de querer.

Y mientras escribo estas líneas, que no leerás
porque mi cobardía me lo impedirá,

Sueño con que vivas tu propio sueño,
sabiendo que sueñas lo que yo sueño.

Pues tu felicidad depende de la mía,
de mi alegría se desprende tu alegría.

Así quiero ser quien cumpla tu dicha,
quien llene de flores el nido que habitas.

Que mis pétalos perfumen tu postrer camino
y que tu huella de mujer, yo rescate del olvido.

Hasta cuándo?


Hay un mar desgarrado.
En su inmensidad azul hoy habita una sombra.
Se la obsequió el hombre en su afán de conquista,
y el contraste amenaza con extinguir vidas.
Agua salada y oro negro. Combinación fatal de naturaleza y muerte.

Hay también un bosque olvidado.
Sus verdes reyes son despojados de sus cetros.
Sus huéspedes huyen del castigo y del ruido.
Su color se apaga tras la aridez y el humo.

Hay un río sangrante.
Con cauces ultrajados por manos ambiciosas.
Falto de proveedores que hagan parir las montañas
y le otorguen bendiciones líquidas y blancas.

Hay un planeta que gime.
En sus entrañas, el dolor de saberse destruido.
Su palpitar escapa de la vida.
Corre en el viento, en el agua, en la tierra.
Heridas que no cesan, lamentos que no callan.
Cataclismo eminente al que asistimos orgullosos,
vestidos con la gala de la apatía y la estupidez.

Tenemos una casa que no nos merece.
Vivimos en un nido que no merecemos.
Que nos regala Vida y le quitamos la Vida.
Que nos ama en exceso y que traicionamos sin piedad.

¡Miserable recompensa para quien tanto nos da!

Hoy visto mi alma de luto natural.
Mi corazón llora el dolor que siente el mar.
Pero al final de esta canción, sé que el daño no es eterno.
Pueden creerme, pronto habrá de terminar…

¿La causa será nuestra sensatez y conciencia?
¿Será el resultado de la acción y la fuerza?

Quisiera poder prometerles que sí.
Que la destrucción terminará por que diremos “lo decidí”
Pero algo me dice que el fin estará aquí
Sólo porque ya no quedará nada que destruir.




(A propósito del desastroso derramamiento de petróleo en el Golfo de México, E. U., el pasado 20 de abril)