Mi taller de musas ha cerrado. La opresión en el pecho me impide respirar. Mi imaginación se fue de vacaciones, molesta por la poca atención que le presto. Pero no deben culparme, estoy ausente.
Destrozando palabras que no muestran voluntad para desfilar por este espacio, aún conservo el sabor de mi último destello de claridad interna. Ese episodio de genialidad en el que los mejores versos cobran vida, ignorando las demás emociones que suelen hacer vibrar mis sentidos.
No pretendo que almas disímiles a la mía, comprendan el proceder de mis revoluciones. Esa posibilidad conforma parte de las quiméricas aspiraciones de muchos seres que emplean el sagrado uso de la escritura para garantizar la libertad de su espíritu: Siempre necesitan ser entendidos. Creo que comenten un error.
En mi caso, las letras que con tanta pasión van forjando mi marca personal, son totalmente autónomas. No depende de mí su aparición o ausencia. Ya he explicado la absoluta libertad que dirige a esta pluma.
Por eso nunca esperaré comprensión. Nunca desearé aprobación o aplausos por lo que pienso y escribo, pues el hecho de no encontrar un alma que vuele a la par de la mía, es lo que me demuestra que no pertenezco aquí. Y esa idea ha de ser la que impulse mis mejores actos en la tierra. Saber que sólo lucho por construir la morada de mis sueños, en un mundo que no es el mío.
Sólo persigo la eternidad, y esperaba no recorrer sola el camino. Mas el tiempo se agota y aún no tengo compañía, a pesar de que he creído ver ojos que me hechizan, prometiéndome volar junto a mí. Pero se esfuma el encanto y he tenido que volver al estado de silencio.
En él me encuentro ahora, y sólo espero que mis musas nunca olviden cuánto las necesito. Podría vivir sin ese corazón con el que sueño, pero sin ellas... sin ellas mi aliento extinguiría su luz, borrando toda esperanza de inmortalizar mi alma.
Aún así, no puedo pedirles que regresen, que sean complacientes con el público que asoma a este escenario, a leer lo que ellas me han dictado.
Yo soy su esclava, y aún sabiendo que me aman, no soy capaz de dominarlas. Tampoco lo deseo. No seré yo quien altere el insólito transcurrir de mi naturaleza.
Sólo puedo dar lo que tengo. Y ustedes, sólo pueden tener lo que doy.