Ante un deseo prohibido...


Aún poseyendo el pase sin culpa de que es mejor ceder a la tentación para liberarse de ella, me hallo ante la pared del pudor que me impide avanzar.

Con dos personajes dueños de mi ser, enloquezco por su eterna lucha: la niña inocente que insiste en no morir del todo y la mujer en llamas que amenaza con enterrarla para siempre.

Frente a este cruel dilema que roba mis energías, no poseo un arma efectiva que me rescate del abismo. No tengo nada. Sólo mi innecesaria conciencia, amenazando con atormentarme para siempre si permito que la balanza se incline hacia el “sí”.

¿Qué he de hacer? Esperar.
¿Será fácil la espera? No lo creo. La seducción atrapa, el deseo provoca, la química envuelve.

Es extraño el comportamiento humano. A pesar de que el amor es inadmisible,
¿Por qué se materializa en sueños lo que se evapora en la realidad?
¿Por qué el presentimiento de algo inexorable flota en el aire como una sombra?
¿Por qué puedo leer la intimidad de unos ojos ajenos, y ellos la mía?

Este juego de miradas terminará por erupcionar.
Miradas que, aún a distancia, veo brillar en el silencio,
puedo sentirlas oprimiendo mi cuerpo.

Lástima que se queman quienes juegan con fuego.
Será mejor no encender la llama, porque una vez que arda...
no habrá marcha atrás.
Ya sé lo que necesito... ¡Firmeza!
¿Alguien sabe dónde la consigo?

Rapsodia para letras eternas


Atrapada entre esta pluma holgazana, que se aprovecha de la libertad que la envuelve para perderse en las tinieblas de la pasividad, miro tras un espejo empañado de sueños, de espera, de calma.
Apelo a la pasión de mis musas, a ver si logran levantar el tintero y sumergir en él mi instrumento de magia. Y lo logran. No hay nada que ellas no puedan lograr.
Sin darme cuenta, estoy flotando de nuevo entre las páginas rayadas, antes inmaculadas como una virgen de Rafael, y ahora manchadas con el color de mis suspiros.
Sola en este rincón, donde puedo encontrarme con mi esencia dormida, donde el cristal de mis ojos resplandece tras el baño de lágrimas, aquí donde inventé mi defecto favorito y donde traté de envenenarme con mi propio odio.... aquí existo. Soy. Pienso. Vivo.
En este dulce infierno retozo sin prisa, dejando que el tiempo tome toda ventaja.
Quiero que él gane, y que al final, cuando decida vencerme, me sorprenda aquí. Pluma en mano… y alma en vilo.